domingo, 11 de abril de 2010

Varsovia

Viajé a Varsovia en el verano de 2003. Me pareció una ciudad hermosa y triste, como una adolescente huérfana. Varsovia es plácida y moderada. Recuerdo que llegamos cinco horas tarde por cortesía de Swiss Air, que nos hizo perder el enlace en Zurich - vegetamos durante cuatro horas interminables en una absurda terminal del aeropuerto de la que no se podía salir y en la que sólo había una tienda de chocolatinas y un kiosko de prensa sin una sola publicación en español - y nada más dejar las cosas en nuestro hotel salimos en busca de un lugar donde comer algo. Cenamos en la terraza de un restaurante solitario, donde tuvimos la primera prueba de la legendaria amabilidad polaca, y dimos luego un largo paseo por las calles del centro, respirando un aire dulce, como de primavera - estábamos a finales de agosto -y escuchando la misma música callejera que uno imagina que puede oír en las callejuelas de Varsovia.

Convertí Varsovia en uno de los escenarios de "En tiempo de prodigios". Es allí donde suceden los pasajes más luminosos, más esperanzadores de la historiacuando cuatro jóvenes recorren una ciudad intacta y preciosa, aún no devastada por la guerra, mientras intentan entender los misterios del primer amor, del primer desengaño, del futuro que se presenta incierto. Mientras ellos aprenden a vivir, Europa se prepara para aprender a morir. En cuanto a Varsovia, dejará de ser lo que ha sido para convertirse en el recuerdo de otro tiempo. En la ciudad donde no cabrán más lágrimas.

En aquel viaje, a pesar de que era verano, y las terrazas callejeras estaban llenas de gente, encontré que Varsovia flotaba en una pena particular de la que no podíoa sustraerse. Quizá demasiada gente había llorado allí, y las lágrimas y los lamentos se habían convertido en algo físico de lo que era imposible escapar. Uno mira las casas de colores, el verde luminoso de los jardines, la elegante arquitectura de las casas del centro, y quiere creer que la tristeza es sólo una impresión, una manía, un prejuicio. Pero no es cierto. Varsovia es triste. Hermosa y triste, ya lo dije al principio.

De todas las cosas que vi aquellos días, una me impresionó de forma particular, y fue ver rezar a los polacos. He visitado iglesias en diecinueve países, y en ninguno detecté nada parecido al fervor profundísimo de los fieles polacos, que se entregan a la oración con todo el cuerpo, con los gestos, con las manos, con los ojos. Si la oración es en realidad una comunicación con Dios, aquellos hombres, aquellas mujeres, tenían ´sin duda línea directa con él.

Hoy, cuando descendieron del avión los restos mortales del presidente Karcynski,fui testigo otra vez de esa particularísima forma polaca de demostrar devoción. El féretro del dignatario esperaba en una pista del aeropuerto cuando su hija se acercó para besarlo y arodillarse. Luego lo hizo su hermano. Luego, los otros parientes, que formaron un segundo una sobrecogedora cohorte de sobrio dolor, de sufrimiento intenso, que intentaba buscar consuelo en algo tan inasible como la fe. Nada hay tan difícil como echar mano de ella cuando sé tiene el corazón dolorido. Y, sin embargo, los deudos de Kaczynsky parecían estar repitiendo "creo".

Varsovia, la triste, es hoy la ciudad más desolada del mundo, como si la suerte no le permitiese escapar del destino atroz que parece tenerle reservado la historia.

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6 comentarios:

Blogger Más claro, agua ha dicho...

¿La suerte?... ¿O Dios?... Ellos verán, ¿no?...

Siempre es un placer leerte, Marta. ¡¡¡Qué bien escribes!!! ;-)

Besos grandes

11 de abril de 2010, 13:57  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Yo viajé a Polonia en julio del 2002 y la tristeza de esa gente me impactó. En Cracovia y Varsovia se notaban las partes reconstruidas de la ciudad sin embargo me dió la impresión de que los polacos super religiosos no habían superado la tragedia ahora despues de este terrible accidente no creo que nada vuelva a ser igual. Un artículo estupendo, como siempre. Un besiño. Carmen

12 de abril de 2010, 1:16  
Blogger Thomas ha dicho...

Yo estuve quince días en Cracovia en 2005. Pasé dos días en Varsovia y viajé a varios sitios de Polonia. Coincido totalmente en la imprsesión del modo de rezar de los Polacos.

Estos días me ha venido mucho a la cabeza aquellos recuerdos. Además hace una semana vi la película Katin, y me ha impactado más todavía este desgraciado accidente.

Un pueblo increible, el polaco. Como el ave Fénix. Admirable. Yo no entendía ni jota de polaco, pero me sentía en casa.

12 de abril de 2010, 11:06  
Blogger Unknown ha dicho...

Varsovia es triste, Polonia es triste. Impresiona, no siendo polaco, pasear por lo que fué el gueto judío, ver el monumento al levantamiento judío, y sobre todo el aspecto de resignación que tienen los polacos. El remate es el edificio estalinista que preside la ciudad, un símbolo más de la bota que tradicionalmente los ha pisoteado. También debo reconocer que allí comí el mejor steak tartare de mi vida (también recuerdo de invasiones tartaras), y que la música domina la ciudad. Hay pueblos (lo comprobamos con Haiti)que han nacido estrellados.

13 de abril de 2010, 10:07  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Un duelo es un duelo.Nunca he estado en Varsovia.El trafico aereo ha pasado a la lista de demencial.Todo se vuelve exagerado en aras de la sacrosanta rentabilidad.Sin embargo las compañias quiebran.Los servicios aeres a la categoria de trasporte de bultos.Los empleados hacen lo que pueden.Las personas se quejan exageradamente de ellos ,de todo.Y todo esto ocurre en tiempo de espacio aereo.Tiempo ficticio neutro,


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15 de abril de 2010, 16:20  
Blogger Unknown ha dicho...

Marta soy Julia amiga de Laura,me ha dado la direccion de tu blog,y me pongo en contacto contigo,para date las gracias por hacer feliz a nuestra amiga Laura,con la dedicatoria de tu libro.Tengo un blog.Cosas de Julia,escribo tambien poesias y relatos cortos y es un honor para mi ser tu seguidora,pues hiciste feliz a mi amiga(nuestra amiga Laura).Gracias por ello.

22 de julio de 2010, 6:21  

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