sábado, 28 de noviembre de 2009

La prensa

Esta fue una buena semana. El miércoles, viaje relámpago a Salamanca para un encuentro con estudiantes. Acogida estupenda, afecto de Paqui y de Elena, un refrigerio agradable en la cafetería de la facultad por cortesía de Román, decano de la Facultad y estupenda persona. Me encuentro, además, con dos novelas que me entusiasman: "La profesora de piano" y "Un lugar llamado Goldengrove", de la para mí desconocida Francine Prose. Los editores de Duomo están haciendo un extraordinario trabajo a la horade rescatar buena literatura americana para el mercado español.

La semana me la estropea la prensa.Cuarto poder, dicen. O algo peor. Quizá dentro de unos años, en las facultades de periodismo se estudie esta como la semana horribilis de la prensa española.

Hablo, claro, del editorial unánime de los diarios catalanes en defensa de un Estatuto que estudian con la celeridad de una tortuga 12 hombre y mujeres presumiblemente justos. Para condicionar su trabajo, para inclinar la balanza, publican los periódicos de Cataluña un editorial a toque de caja, todos igualitos, todos de la mano.

La prensa unánime me asusta. En el franquismo todos los periódicos decían lo mismo, y así iban las cosas. La prensa debe ser heterogénea, dispar, distinta, mutuamente beligerante. En estos años de democracia, sólo los directores de los periódicos habían coincidido en la necesidad de unificar sus portadas para dar un solo mensaje desesperado: cuando Miguel Ángel Blanco fue secuestrado. Entonces, los directores periódicos se tragaron sus egos y lanzaron un grito común. Años después se repite la historia, pero con un fin bastante menos noble: el de injerir en las más altas instancias de la judicatura.

No me parece bien. Y, además, no me parece muy habilidoso. Han puesto en un brete de aúpa a los señores del constitucional que, por cierto, no tienen que responder sólo ante los ciudadanos de Cataluña - más de la mitad de los cuales, por cierto, ni siquiera acudieron a votar el Estatuto - sino ante la práctica totalidad de ciudadanos del Estado a quienes el documento les parece - nos parece - un compendio del disparate o, como diría Voltaire, "una forma de egoísmo colectivo".

La editorial de marras ha dejado a los pies de los caballos a los chicos de María Emilia Casas - con quien compartí hace tres años un horrendo vuelo entre Barcelona y Madrid, con el avión dando tumbos y las bebidas desparramándose por el pasillo - . Si estos chicos catalanes fuesen un poco más listos - no digo yo que sean tontos, pero es que no son tan espabilados como ellos se creen - hubiesen ejercido su presión de forma más sutil y más sibilina, permitiendo así a los del TC el cínico ejercicio de nadar y guardar la ropa. Ahora ya no pueden hacerlo.

No fue el títular a veititantas manos la última cagada de la prensa. También lo fue el caso espantoso de la niña muerta en Tenerife, de cuyo asesinato y violación se acusaba al novio de su madre. El presunto fue fotografiado, vilipendiado, insultado, juzgado y condenado por la opinión pública por obra y gracia de un buen montón de insensatos - médicos, policías, periodistas - que no respetaron ni por un segundo la presunción de inocencia. Hecha la autopsia se reveló el error: la muerte de la niña se reveló un accidente. No había violación. No había señales de maltrato. Las supuestas quemaduras de cigarro eran síntomas de una urticaria leve. ¿Quién fue entonces el imbécil que habló de señales inequívocas de abusos sexuales? ¿Un médico, un policía? Y, fuese quien fuese el insensato ¿quién dio vara alta para que los medios ofreciesen a toda página, a toda plana, la imagen del supuesto con nombres y apellidos? ¿En manos de quien estamos? Y, lo que es peor ¿cuándo hemos perdido hasta el último átomo del sentido común que nos aconseja defender la presunción de inocencia?

Y eso va también por mí, que el otro día deseaba todas las penas del infierno no sólo para el "agresor" de la niña, sino para la hija de la gran p... que había parido a la niña y optaba por defender asu novio violador.

El mundo, nuestro mundo, está manejado por una legión de incompetentes: los médicos que confunden una urticaria con una quemadura de pitillo; los policías que filtran informaciones sin contrastar; los periodistas que difunden esas informaciones; los directoresde periódico que no se lo piensan ni un minuto a la hora de publicar la foto sensacionalista de un pobre desgraciado que estaba en el sitio que no era en el momento equivocado. Y luego estamos nosotros, adocenados, idiotas, que hemos dejado que eliminen nuestra capacidad crítica y nos hemos convertido en borregos.

Es como para estar contenta.Sobre todo porque en ciertos terrenos - prensa y política - la sociedad tiene lo que merece.

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domingo, 22 de noviembre de 2009

Haikus

Ahora, a todo el mundo le da por escribir haikus. Como los haikus son cortitos y tal, la gente debe creer que también es fácil componer haikus que sonetos quevedescos, y por eso el mundo está lleno de haikus horrendos y tan escasamente inspirados como las rimas del carrasclas, carrasclás que cantábamos al ir de excursión con las monjas del colegio.

Con tres versitosde nada, uno hace un haiku. Tal que así:

La noche se desliza suavemente / y hace sitio / a la luz del alba.

Esto es un haiku. Una mierda de haiku, claro, pero haiku al fin y al cabo. No hace falta que os diga que lo he compuesto yo y en cuestión de treinta segundos. Es lo que tienen los haikus: que se escriben a toda leche.

En el tiempo que voy a tardar en componer este post, podría escribir unos doscientos haikus. Malos como la carne del pescuezo, pero ¿a quien le importa eso, si en materia de haikus vale todo?

Claro que, si mis haikus os parecen malos, no os digo nada de los que escribe el nuevo Presidente de la Unión Europea, Van Rompuy. Aquí os transcribo un par de ellos, para que nose diga:

"Los charcos esperan / al calor que los evapore. / El agua es una nube"

"Una gaviota en un pierna / de pie, mirando al mar / el agua no dolía"

"El pelo flota en el viento / Pasan lo años, y aún hay viento / Lamentablemente, ya no hay pelo"

Acojonante.

Y este señor Van Rompuy, belga de la misma Bélgica, va a comandar la UE.

Yo me alegro un montón.

Así le quedará menos tiempo para escribir haikus. Y hablo de los haikus porque tampoco se sabe gran cosa de este tipo.
Otraque tal baila es la vice, la baronesa Catherine Ashton, que se confiesa adicta a la tele y fan de operación triunfo. Lo que más he escuchado de esta señora es que es bastante fea. Lapolítica está llena de tíos feos como demonios, pero cuando la fea es mujer, hay que decirlo clarito, no sea que a alguno le pase desapercibido el escaso atractivo físico de la próxima vice. Y así,mientras se habla de lo feaque es la señora, no se habla de su pajoperfil y su currículum mediocre.

Qué maravilla.

Para curarme de haikus malos y de mujeres teleadictas, leo libros buenos: "La playa de los ahogados", de Domingo Villar - novela negra de primera división - y "De música ligera", de Aixa de la Cruz, que deslumbra por su juventud y su talento. Presento la novela de Aixa en el Hotel Kafka, y brindamos por su futuro, que a la fuerza va aser brillante.

También leo unas declaraciones sobrecogedoras del patrón del Alakrana,que habla de unacocinera ucraniana violada por los piratas y una niña aterrada a laque también mantienen bajo secuestro. Ricardo Blach cuenta las humillaciones a las que fueron sometidos, habla de insultos y de miedo. Leyendo lo que cuenta, dan ganas de fotocopiar la noticia y enviársela a todos esos cretinos enfermos de buenismo que hablan de lospobrecitos piratas comosi fuesen la versión africana de Diego Corrientes o de Robin Hood. Estos chicos son delincuentes profesionales, criminales expertos, dignos de oprobio pero no de lástima. No secuestran a lo que presuntamente esquilman sus mares, porque estos tipos no han tenido intención de lanzar una caña al agua en su puñetera vida. Se gana más robando, secuestrando, amenazando, y lo pasa uno mejor violando cocineras ucranianas.

Avanzo en la novela juvenil, pero aún no tiene título. Mi editora haprometido ayudarme, pero la idea de no tener nombre para la criatura me desconcierta un poco. Siempre había tenido claro cómo se llamaban mis novelas. Sólo una sufrió un cambio de título: "En tiempo de prodigios". Inicialmente le había puesto "Me dijeron que alguien vendría", y mi agente insistió en que era demasiado largo. Lo cambié sin discutir, y no sé por qué. Supongo que a veces uno tiene la intuición de que está equivocado.

Me envían de Cátedra un inédito de Louise May Alcott: "Trabajo". Esta noche empezaré a leerlo con la seguridad de que no voy a encontrar ni rastro de la autora de "Mujercitas". Antes de comenzar con el texto, vuelvo a la biografía de esta mujer extraña que tuvo una doble vida intelectual, repartiéndose entre el almibar de "Una chica a la antigua" y las historias de fantasmas. Veremos qué es exactamente "Trabajo".

Por fortuna, cuando L.M Alcott escribía nadie tenía noticia de los Haikus.

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domingo, 15 de noviembre de 2009

Los niños tristes

El sábado por la mañana, como la mañana de todos los sábados, leí "El País Semanal". En esta ocasión, un número muy especial: el dedicado al 20 aniversario de la Convención sobre los Derechos del niño. Veinte historias de veinte niños para despertar conciencias, para despertar voluntades, para despertar lectores. Para recordarnos, en definitiva, dónde están las cosas que importan. Para recordarnos el privilegio infinito que tienen nuestros niños frente a todos losniños tristes del mundo.

Las historias que recoge El País desgarran el corazón de todo el que lo tenga. Está la historia de Rozi, que tiene nueve años y quiere ser bailarina. Rozi vive en Delhi, en un orfanato de Salesianas, adonde llegó cuando la encontraron, con tres años, vagando sola por las vías del tren. La historia de Victoria, la niña Moldava con parálisis cerebral que quería una muñeca. La historia de Joana Niamet, que viven en uncampo de refugiados de Beirut. La historia de Sita, que tiene nueve años y trabaja como asistenta, y de Gita, que machaca piedras en una cantera y aún saca fuerzas para ir al colegio dos horas diarias. Está la historia bellísimade las madres canguro de Senegal, donde un médico dispuesto a hacer milagros ha creado un método para rescatar a los prematuros de una muerte segura colocándolos junto al seno materno. Cuatro mujeres senegaleses, bellas como diosas, posan para la cámara de Isabel Muñoz sujetando, orgullosas, su posesión más preciada: los bebés diminutos que aman por encima de todas las cosas.

A veces uno tiene la suerte de que alguien le complete una historia. Tras leer el especial de El País, me encuentro con Rafael Ruiz, responsable de algunos de los veinte reportajes de este número especial. Y recuerda para mí la historia de Oualid, el niño marroquí hijo de una modesta familia, cuyo único juguete era un balón hecho de plástico. Para hacer la foto, Rafa le propuso posar con una cometa que no tenía,y que el periodista se ofreció a comprarle. Al entrar en la juguetería, le invitó a escoger otro juguete. Y Oualid, que tiene trece años, que vive en una casa desvencijada y pobre en un barrio marginal de Tánger, Oualid, que no sabe quienes son los reyes magos ni eurodisney ni el raton pérez rechaza la generosa oferta: ya tiene un balón... y ahora, además, tiene una cometa. ¿Qué más puede querer Oualid?

Los niños tristes que protagonizan este número especial nos dan a todos una inmensa lección de vida. Agradezco a la suerte que los niños que me rodean noson niños tristes. Nunca han tenido que trabajar. No saben lo que es el hambre, ni la falta de medicinas, ni la ausencia de juguetes. Pero es bueno recordar que existen estos niños, y que hay cosas que desde nuestra atalaya privilegiada del mundo que nos ha tocado en la extraña lotería de la vida, podemos hacer por ellos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Cuando un amigo se va... de "Público"

Me enteré la semana pasada: mi amigo Rafael Reig se iba de Público. Bueno, no se iba. Lo echaban. Porque Reig es demasiado rojo, incluso para "Público". Demasiado rojo y demasiado independiente y demasiado libre. Sobre todo para "Público", que baila al son que le tocan desde Moncloa.

Para la izquierda exquisita que representa "Público", el periodismo libre consiste en dar estopa al PP e idolatrar hasta la muerte al PSOE. Eso quiere decir que hay que ser honesto y valiente y decir que Mariano Rajoy es un inútil, Costa un chorizo, Camps un manguta y un meapilas, Fraga, un viejo gagá y Esperanza Aguiree... bueno, vamos a callarnos lo de Esperanza Aguirre. También se vale pedir el procesamiento de Aznar, la silla eléctrica para George Bush y la picota para Ana Botella, con su frutero de peras y manzanas. Eso está muy bien. Pero sólo eso. Porque los malos están a la derecha y los buenos a la izquierda. Y si un columnista más rojo que los rojos tiene redaños para poner los puntos a Zapatero y compañía, entonces se va a la puta calle. Pero eso no es censura ¿eh?

Ya se sabe que en este país nuestro sólo censuran los otros. "Público" no censura. Porque es un diario de izquierdas, progre, guay, un periódico molamazo, chachi piruli, modelno que te cagas. Por tener, tenía hasta un director de treinta y tantos años. Bueno, lo tenía hasta que se lo cargaron para poner en su lugar a un periodista que peinaba canas. Félix Manteira. Un gran tipo, a decir de todos los que han tenido el gusto de trabajar con él.

El tipo que se cargó a Rafael Reig.

Yo no le echo la culpa a Manteira. Todos tenemos un jefe. A todos nos dan órdenes. Y a él también. A Manteira le dijeron "a ese te lo cargas", y Manteira, supongo que con todo el dolor de su corazón, se la envainó, y se olvidó de qué según las encuestras de calidad, la sección de Reig era la más seguida por los lectores de "Público", se olvidó de que el tipo que tanto incomoda a este Gobierno (o desgobiero) es una de las voces más originales que ha dado la narrativa española en los últimos años, se olvidó de la ética de los viejos directores de periódico - esos que ya sólo existen en las películas de blanco y negro - y puso a Reig en la puta calle.

Yo a veces compraba Público. Y no siempre por las pelis, ni para cachondearme de las primeras planas, que muchos días parecían una coña marinera. Lo compraba porque me gusta leer a Rafael Reig. Ahora que él no está, el periódico se ha convertido en un diario gratuito que se vende, o en un periódico a medias: con la mitad de páginas, la mitad de calidad y la mitad de sentido común que los otros que hay en el kiosko. A lo mejor por eso cuesta la mitad.

No te van a cobrar lo mismo por un kilo de jamón que por quinientos gramos, digo yo.

A la gente el despido de Reig le ha sentado muy mal. Anda por ahí un manifiesto protestando por su expulsión del paraíso - suponiendo que "Público" lo fuera,que es mucho suponer - y yo no lo he firmado porque nadie me lo ha pasado. Pero no pierdo la esperanza, porque aunque no soy roja, ni progre, ni nada de eso, creo en la libertad, y en el talento, y en el columismo honesto, y en las personas que escriben como piensan y piensan lo que dicen.

Creo en Rafael Reig y en todas las cosas que él representa.

A pesar de lo rojísimo que es Rafael. O, a lo mejor, precisamente por eso.

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domingo, 1 de noviembre de 2009

Libros, películas, Flotats... y el mercado avaricioso

Fui ayer al Infanta Isabel, a ver "Encuentro de Descartes con Pascal Joven". La obra es aburrida, pero la magistral interpretación de Flotats hace olvidar la mediocridad del libreto. El mismo texto, con otro actor, sería francamente insufrible.

Leo "Las largas sombras", de Elia Barceló. He dicho muchas veces que noy aficionada a la novela negra, pero esta merece la pena.La trama es original, y está muy bien escrita. La leo casi de un tirón entre la noche del sábado y la tarde del domingo.

Por lo demás, la semana ha sido intensa: el martes, miércoles y jueves participo en las jornadas de periodismo y literatura que, en homenaje al bicentenario de Larra, organiza la Asociación Colegial de Escritores. Excelentes ponencias y escaso público,lo cual provoca en todos una leve sensación de desánimo y hace que nos preguntemos si merece la pena organizar este tipo de actos, que está claro que no parecen interesar a nadie.

El tiempo que me quedó lo pasé encerada en la biblioteca preparando la conferencia que tengo que dar mañana en el Instituto de Empresa. Para prepararla vuelvo a leer "La Regenta" y "Madame Bovary", y me regalo la lectura de "El primo Basilio", de Eça de Queiroz. Si a Clarín y a Flaubert los tengo más recientes, hacía siglos que no leía nada de Queiroz. Recuerdo "A ilustre casa de Ramirez", leída e la Universidad, y rememorada cada vez que voy a Lisboa y me alojo en "A casa das Janelas Verdes", donde Queiroz pasó muchas temporadas. Hoy por la tarde repaso "La señora del perrito", de Chejov, y recuerdo a Marcelo Mastroianni haciendo de Dmitri Goudov en la bellísima "Ojos Negros", de Mijhailkov. Como olvidar aquella escena en que el viejo seductor se sumerge en una piscina llena de lodo para recuperar, impertérrito, el sombrero que pertenece a la mujer que ama. Reflexiono una vez más sobre el inmenso placer de las relecturas.

Veo por primera vez "Gran Torino", del genio Clint Eastwood. No fui al cine cuando la estrenaron: como me estoy haciendo vieja, cada vez soporto menos a losdevoradoresde palomitas y a los idiotas empeñados en comentar la película a voz en grito, a los que hay que añadir ahora a todos los capullos que se dejan el móvil encendido, por no hablar de los que contestan y hablan sin recato. Por eso prefiero esperar un poco - cada vez menos: tres, cuatro meses - ,alquilar las cintas en la tienda y verlas en mi casa. "Gran Torino" conmueve y emociona. Es un gran guión espléndidamente dirigido e impecablemente interpretado por uno de los mejores.

El viernes leo en el periódico que un grupo de intelectuales firman un manifiesto contra la crisis y "el mercado avaricioso". Supongo que al hablar del mercado avaricioso se refieren a todos esos empresarios que tienen la osadía de querer ganar mucho dinero. Me sorprende ver entre los firmantes al inmenso Joaquín Sabina, a cuyos conciertos he ido pagando y cuyos cds compro religiosamente. Más gracia me hace distinguir entre los firmantes a un escritor cuyo nombre oculto a peticiónde quienme contó la anécdota, y que hace unos meses no quiso reunirse con un grupo de lectores jóvenes porque sólo podían pagarle cuatrocientos euros. Cuando me contaron la historia, defendí al colega - que no es, precisamente, santo de mi devoción - pues creo que cada uno de nosotros tiene perfecto derecho a poner precio a su trabajo. Y si él considera que tiene que cobrar mil euros por pasar una hora con sus lectores, hace bien en no aceptar la reunión si sólo pueden pagarle menos de la mitad. Es legítimo que un autor, que al fin y al cabo es su propia empresa, ponga un precio a sus apariciones públicas y valore según su criterio lo que debe percibir por emplear su tiempo en actividades colaterales. Este autor lo hace, y no me parece mal.Pero cuando veo la cara y la firma del tipo denunciando la avaricia del mercado, la verdad es que me da risa. Y un poco de grima también.

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