La prensa
La semana me la estropea la prensa.Cuarto poder, dicen. O algo peor. Quizá dentro de unos años, en las facultades de periodismo se estudie esta como la semana horribilis de la prensa española.
Hablo, claro, del editorial unánime de los diarios catalanes en defensa de un Estatuto que estudian con la celeridad de una tortuga 12 hombre y mujeres presumiblemente justos. Para condicionar su trabajo, para inclinar la balanza, publican los periódicos de Cataluña un editorial a toque de caja, todos igualitos, todos de la mano.
La prensa unánime me asusta. En el franquismo todos los periódicos decían lo mismo, y así iban las cosas. La prensa debe ser heterogénea, dispar, distinta, mutuamente beligerante. En estos años de democracia, sólo los directores de los periódicos habían coincidido en la necesidad de unificar sus portadas para dar un solo mensaje desesperado: cuando Miguel Ángel Blanco fue secuestrado. Entonces, los directores periódicos se tragaron sus egos y lanzaron un grito común. Años después se repite la historia, pero con un fin bastante menos noble: el de injerir en las más altas instancias de la judicatura.
No me parece bien. Y, además, no me parece muy habilidoso. Han puesto en un brete de aúpa a los señores del constitucional que, por cierto, no tienen que responder sólo ante los ciudadanos de Cataluña - más de la mitad de los cuales, por cierto, ni siquiera acudieron a votar el Estatuto - sino ante la práctica totalidad de ciudadanos del Estado a quienes el documento les parece - nos parece - un compendio del disparate o, como diría Voltaire, "una forma de egoísmo colectivo".
La editorial de marras ha dejado a los pies de los caballos a los chicos de María Emilia Casas - con quien compartí hace tres años un horrendo vuelo entre Barcelona y Madrid, con el avión dando tumbos y las bebidas desparramándose por el pasillo - . Si estos chicos catalanes fuesen un poco más listos - no digo yo que sean tontos, pero es que no son tan espabilados como ellos se creen - hubiesen ejercido su presión de forma más sutil y más sibilina, permitiendo así a los del TC el cínico ejercicio de nadar y guardar la ropa. Ahora ya no pueden hacerlo.
No fue el títular a veititantas manos la última cagada de la prensa. También lo fue el caso espantoso de la niña muerta en Tenerife, de cuyo asesinato y violación se acusaba al novio de su madre. El presunto fue fotografiado, vilipendiado, insultado, juzgado y condenado por la opinión pública por obra y gracia de un buen montón de insensatos - médicos, policías, periodistas - que no respetaron ni por un segundo la presunción de inocencia. Hecha la autopsia se reveló el error: la muerte de la niña se reveló un accidente. No había violación. No había señales de maltrato. Las supuestas quemaduras de cigarro eran síntomas de una urticaria leve. ¿Quién fue entonces el imbécil que habló de señales inequívocas de abusos sexuales? ¿Un médico, un policía? Y, fuese quien fuese el insensato ¿quién dio vara alta para que los medios ofreciesen a toda página, a toda plana, la imagen del supuesto con nombres y apellidos? ¿En manos de quien estamos? Y, lo que es peor ¿cuándo hemos perdido hasta el último átomo del sentido común que nos aconseja defender la presunción de inocencia?
Y eso va también por mí, que el otro día deseaba todas las penas del infierno no sólo para el "agresor" de la niña, sino para la hija de la gran p... que había parido a la niña y optaba por defender asu novio violador.
El mundo, nuestro mundo, está manejado por una legión de incompetentes: los médicos que confunden una urticaria con una quemadura de pitillo; los policías que filtran informaciones sin contrastar; los periodistas que difunden esas informaciones; los directoresde periódico que no se lo piensan ni un minuto a la hora de publicar la foto sensacionalista de un pobre desgraciado que estaba en el sitio que no era en el momento equivocado. Y luego estamos nosotros, adocenados, idiotas, que hemos dejado que eliminen nuestra capacidad crítica y nos hemos convertido en borregos.
Es como para estar contenta.Sobre todo porque en ciertos terrenos - prensa y política - la sociedad tiene lo que merece.
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