Los sentidos
Leo "Un minuto de silencio", de Siegfried Leinz. Es la primera novela sobre el amor que escribe este autor, que tiene 82 años y está considerado un autor de culto en Alemania. Una historia hermosa, de una sencillez notable, conmovedora y triste.
Veo la segunda temporada de Mad Men, la serie de culto que arrasa en los Emmy. Magníficos guiones, magníficos personajes, magnífica ambientación en el Nueva York de las primeras grandes agencias publicitarias, en plena era Kennedy. Es el retrato de una generación autosuficiente, ambiciosa, ignorante de muchas cosas, sumida en una inocencia que sabemos muy cerca de quebrarse. El final de la segunda temporada es de esos que te hace desear desesperadamente el lanzamiento de la tercera.
Escucho a Cecilia Bartoli, pero no a través de su último trabajo "Sacrificium", en el que interpreta temas compuestos para los castrati, sino en vivo: la entrevistamos en la radio, y me sorprende su sencillez, su alegría, su absoluta falta de afectación. Es la antidiva...y una de las grandes voces del Bel Canto del siglo XXI. La escuché en Madrid, en 1989, junto a mi amigo Eduardo. Ahora, Eduardo vive en Chicago, en amistosa cercanía con Oprah y John Cusak - que son sus vecinos -y tiene entradas privilegiadas para los mejores conciertos. Pero yo he abrazado a la Bartoli. Recordé a Eduardo cuando me despedí de ella, y escuché no el Casta Diva sino la voz de mi amigo, que está tan lejos. Luego, por la noche, escucho a la banda de Mastretta en el concierto al aire libre que organiza el hotel Kafka como contribución a "La noche en Blanco"
Acaricio el cabello de las tres niñas: Raquel, Ana, Marta. Están conmigo en el jardín de la casa de Sacha, donde hemos pasado la tarde del sábado. Les cuento historias reales que exagero a la medida de su gusto. Las niñas miran con la boca abierta a esta señora que les cuenta barbaridades y les hace prometer que no intentarán imitarlas.
Huelo mi propio perfume, "Escala en Portofino", de Dior. Llevo días sin usarlo, y hoy cierro los ojos y presiono el pulverizador. Es una aroma fresco, floral, con notas cítricas. Se quedará en mi cuello hasta el final del día.
Saboreo un pezado de hojaldre cubierto de chocolate y almendras. Es delicioso, dulce y crujiente, y mientras doy buena cuenta de él no pienso en calorías ni en grasas. El hojaldre se deshace y se desparrama sobre mi camiseta mientras un trocito de chocolate se derrite debajo de mis dedos. Los chupo hasta borrar los rastros, en lo que se me antoja una reivindicación del placer.
Etiquetas: Cecilia Bartoli, Chicago, Sacrificium, Un minuto de silencio