Con septiembre, llegan también las novedades a la tele. He seguido, por casualidad, el primer episodio de un "reality"que estrena Cuatro, "Pekín Express", y me ha interesado el formato: ocho parejas de concursantes tiene que cubrir la distancia entre una ciudad rusa y Pekín,
gastando sólo un euro al día y buscándose la vida para comer y dormir.
Un concurso como este deja al descubierto los mejor - y lo peor - de muchas personas. Me conmovió la generosidad de los campesinos rusos que acogían a los concursantes y les procuraban un sitio para dormir, además de compartir con ellos la cena y el desayuno. Eran, en su mayoría, gente extremadamente humilde que llevaba a reflexionar sobre las abismales diferencias que existen incluso entre los más pobres: es difícil encontrar a un campesino español que viva en las condiciones miserables de los protagonistas del episodio de ayer. A pesar de sus penurias, aquellas personas se mostraban extremadamente desprendidas con sus huéspedes -que al fin y al cabo eran participantes de un concurso y no huerfanitos abandonados - y los trataban con una amabilidad que resultaba sorprendente.
A todo esto, uno de los participante demostró su baja catadura moral robando galletas y chocolate a la familia que le había dado cobijo en su casa. Sentí un súbito ataque de antipatía por ese energúmeno, que no sólo chorizó unos dulces a una familia a todas luces modesta, sino que también mangó una salchicha de un puesto callejero. La naturalidad con la que lo hizo me hace apostar que no era la primera vez que este individuo se apropiaba de algo ajeno. Luego, para colmo, se dedicó a dar sablazos a la gente de la calle, y no os creáis que agradeció demasiado las donaciones . Hay gente pa tó, que decía El Gallo. Gente mucha, personas, menos, remachó el sabio anónimo.
Salgo a hacer la compra y me encuentro con Martín Casariego,así que pospongo las gestiones comerciales para tomar un café en la plaza. Hablamos de casi todo antes de marcharme para cumplir con el avituallamiento. Luego hago una visita a Edu Vilas, en el Hotel Kafka, y me hace un precioso regalo: acaba de poner en marcha una empresa que se dedica a confeccionar cuadernos de escritura, y me entrega los primeros modelos. Me encantan los cuadernos. Tengo un montón de ellos, y los uso todos. Quedamos para hacer una comida dentro de unos días: hemos organizado un campeonato de albóndigas, y va a tener lugar el primer round.
Mañana, reunión del Jurado del Premio Lengua de Trapo. Como siempre, siento cierta inquietud. Lo que más me ha gustado ¿es lo mejor? ¿Se es siempre completamente justo cuando se intenta serlo? Estoy deseando que pase el trago.
Leo en "El País" la entrevista de contra, que hoy va dedicada al líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez. El formato de la sección es muy original: el entrevistado elige lugar y menú, del que luego se informa al lector. El ex alcalde de Parla optó por el Loft 39, uno de los restaurantes más "cool" del barrio de Salamanca. Error, amigo mío, seleccionar un restaurante de lujo (más de cincuenta euros por barba) en los tiempos que corren. Porque pueden pasar dos cosas:
1- que pensemos que no habías ido a comer allí en tu vida, y aprovechabas la invitación para conocer el lugar, lo cual no es muy inteligente ni muy correcto.
2- que pensemos que es el tipo de sitios en el que te desenvuelves habitualmente, lo que nodice mucho de tu tan cacareada austeridad.
Error, amigo Tomás. Tuyo, o de tus asesores, o de unos y de otros.
La entrevista no tiene desperdicio: Gómez presume de haber recibido una educación prusiana, reflejada en la bronca que le largó su madre cuando, a los nueve años, trajó un boletín de notas con siete matrículas de honor y dos notables "en gimnasia y en ética". No dudo de la severidad de la autora de tus días, pero te cojo en dos errores que se deslizan por la fina línea de la mentira:
1- Tienes cuarenta años, por tanto tu plan de estudios y el mío eran el mismo. En nuestra generación las matrículas de honor sólo se daban en COU.
2- A los nueve años que decías tener cuando tuvo lugar la muestra de la severidad de tu educación, la asignatura de ética no se impartía. La posibilidad de optar por esa materia se daba a partir de los catorce años, cuando empezaba el BUP. En la EGB se daba religión, sí o sí. Nosé si esque no quieres reconocer que tenías clase de religión como todo hijo de vecino, o si es que la batallita de las buenas notas es una de esas mentirijillas absurdas por lo inocuo, pergeñadas para quedar bien y que, por lo general, acaban como el rosario de la aurora.
Para acabar, Gómez presume de que su jornada es "criminal", a pesar de lo cual tiene tiempo para ir al gimnasio, hacer un doctorado y pintar al óleo. También dice que si trabaja él, trabaja todo su equipo, y que si a la una y media de la madrugada le hace falta un dato, llama a a cualquier y que se lo busque. Muy bonito y muy solidario, y muy considerado con los subalternos, sí señor. Si a ti te parece bien esa actitud, pues vale. Pero los jefes como es debido, si necesitan un dato a la una y media de la madrugada, lo buscan ellos mismos y no interrumpen el descanso de un subordinado. Y, si no, esperan al día siguiente. O hacen la llamada de marras antes de ir al gimnasio, por ejemplo. Está muy bien organizarse le tiempo libre para hacer actividades extraescolares y volver luego al tajo a la hora que te parece bien con patente de corso para poner en marcha a todo el mundo en horas de descanso.
Etiquetas: "El País", "Hotel Kafka", "Pekín Express", "Premio Lengua de Trapo", Edu Vilas, Loft 39, Tomás Gómez